Simplicio |
Un muchacho (Luis Salazar) aparece abandonado en una playa de Juan Griego (Isla de Margarita), al cual lo “adopta” un viejo de 86 años (Antonio Rodríguez), que comparte su nombre “Simplicio”, con el chico. Lo acompaña una gaviota que no puede volar y que vive en un barco atunero, anterior gloria de su dueño, encallado en la costa, el cual lo hereda el niño al morir el viejo.
La música es de Miguel Ángel Fuster y los invito a oírla (ver Link abajo)
El comentario que sigue, lo tomé de la página web: “Que Pasa”, con fecha Enero de 2010. Y es de Jorge Mier Hoffman.
“SIMPLICIO”
En 1978, el cine venezolano ocupa las primeras páginas del mundo del celuloide, con el estreno de la película Simplicio, de Franco Rubartelli.
Ambientada totalmente en las playas de Juan Griego de la isla de Margarita, el filme proyecta una realidad social que impacta por la excelente actuación de Luis Salazar, de 13 años de edad, y donde sólo dos personaje ocupan la atención en toda la producción: el niño Simplicio, quien es criado por el viejo Simplicio con todos sus malos hábitos: el no ir a misa y querer vivir en libertad junto al mar y en un barco abandonado que le servía de hogar. El cura del pueblo no logra tener influencia en la educación del niño Simplicio, como sí la tuvo el viejo Simplicio. Tras la muerte de éste último se demuestra en el filme que la educación familiar es más importante que la «educación católica».
La excelente actuación de Luis Rafael Salazar, un niño margariteño, digno representante del hombre del mar modelado por la brisa, el salitre, el calor tropical y el fósforo de una dieta a base de pescados y mariscos, sin otra educación que el devenir de la vida misma, deambulando de aquí para allá y sin poder ir a la escuela, le permitió a Franco Rubartelli, un genio de la fotografía, inmortalizar la cinta Simplicio, como un símbolo del buen cine venezolano, y sin tener que pagar por un actor tan vergatario...”
Ahora esta es la entrevista que el escritor le hace a Luis Rafael Salazar (Simplicio niño).
¿Cuánto te pagaron por la película? -le pregunté a Luis Rafael Salazar.
¡Absolutamente nada! —Me respondió—: ni a mí ni al viejo Simplicio nos pagaron, y eso que toda la película la hicimos nosotros dos solos.
Cuando murió Simplicio ni siquiera los productores de la película le enviaron un ramo de flores al cementerio.
¿Cuándo fue la última vez que viste a Franco Rubartelli? -le pregunté.
Luego que se hizo famoso con la película nos llevó a Caracas, nos presentó como los artistas y luego no supimos más de él -me dijo.
¿Sabías que él vive muy cerca de aquí? -le pregunté-
¡Sí! Vive en su mansión en los Ranchos de Chana y ni siquiera me ha visitado.
¿Qué pasó luego de la película? -le pregunté.
No tenía adónde ir y mucha gente no me ayudó porque creían que Simplicio y yo nos hicimos millonarios -me respondió, para contarme una historia desgarradora, que desnuda una realidad de injusticia social, explotación infantil, indiferencia, desidia de las autoridades, pero sobre todo de gente malagradecida:
Aún era un menor de edad, y como no tenía donde dormir, ni siquiera tenía el barco que aparece en la película de Simplicio, me fui a vivir al Fortín La Galera, allá arriba donde el 8 de agosto de 1817 ocurrió el hecho heroico, donde quinientos margariteños bajaron a la laguna que está allá abajo, y prefirieron morir antes que rendirse al general Pablo Morillo que los conminaba a capitular.
Se refería Luis Salazar, alias Simplico, al espejo de agua de mar detrás de la playa La Galera en Juan Griego, isla de Margarita, puesto que su nombre Laguna de los Mártires hace honor a la inmolación de 500 margariteños que no sucumbieron ante la orden de rendirse del sanguinario Pablo Morillo, quien intentó persuadir a los margariteño, atrapados en la laguna, trayendo a sus mujeres e hijos que se encontraban en la población de Juan Griego, pero para su sorpresa éstas mujeres no imploraron clemencia para sus hombres, sino que por el contrario entonaron galerones para alentarlos a no ceder al chantaje del tirano español, y así lo informó a su rey Fernando VII: «Se presentaban al fuego y a las bayonetas con una animosidad que no hay ejemplo en las mejores tropas del mundo y ninguno imploró clemencia. No han existido hombres de tanto arrojo y valentía»
Cuando llegué al Fortín todo ese lugar era un ¡¡¡chiquero!!! Era una verdadera pocilga que la Alcaldía no atendía, porque había sido restaurado por Pérez Jiménez y ellos eran adecos. Durante el día no había nada que mostrar a los turistas y en las noches era un prostíbulo de sexo, droga y licor. Poco a poco fui limpiando, pintando, arreglando y cuidando ese lugar glorioso para la historia de Juan Griego.
¡¡¡Yo puedo decir que este ha sido el barco que era mi hogar en la película Simplicio porque allí viví todos estos años!!!
Con el tiempo fueron llegando los turistas y yo les narraba la historia de la Laguna de los Mártires. Fui organizando a otros muchachos para que también contaran la historia que gustaban oír los visitantes e inventé el grito «a la ula… ula… ula… a bajarse de la mula» como finalizábamos el relato y nos despedíamos de los turistas conminándolos a la colaboración.
Y así trascurrieron ¡veintinueve años!
En todo ese tiempo, yo estuve cuidando el Fortín; y ya que la Alcaldía no me ayudaba, tuve que construir dos baños para los visitantes, a los cuales además les proporcionaba bebidas y comidas en la «cantina» que también construí, puesto que en los alrededores no hay nada. También vendía artesanía, postales y regalaba folletos de la historia de la Laguna en varios idiomas ¡Todo lo que hay en ese Fortín yo lo hice y sin que nadie me ayudara!
¡Pero un buen día, hace dos años, todo cambió!
Cuando llegué al Fortín, como lo hice por casi tres décadas, incluyendo feriados y fines de semana, me encontré con un comando de la policía de Marcano, con una orden de desalojo para que abandonara el lugar… Luego de ¡veintinueve años! me sacaron a empujones, me confiscaron mi artesanía, cerraron la «cantina» y se llevaron todas mis pertenencias. Aquí está la nota de prensa:
Luis Salazar es la apología de la injusticia social, de una oligarquía explotadora e insensible, que lo utilizó cuando era un niño, y que luego de 31 años sigue peregrinando como cuando escenificó el personaje Simplicio.
Nota: Parece que la cinta original de esta pelicula se extraviaron, la copia que tengo, la conseguí en una tiendita que queda cerca de la "Plaza la Concordia", especializada en peliculas viejas.
Jorge Mier Hoffman.
Link Audio:http://www.mediafire.com/?ri96wf2w61ww2a5